"MALDITO SUDACA: Conversaciones con Jorge González"
EMILIANO AGUAYO (2006)
RIL Editores

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El segundo (y ahora sí definitivo) obituario de Los Prisioneros y este libro -dedicado íntegramente a tratar en forma positiva la figura del fundador del mencionado grupo chileno- aparecen casi simultáneamente. ¿Casualidad? ¿Estrategia? quienes han seguido de cerca la trayectoria de Jorge González sabrán que este no es afecto a jugadas de marketing ni a disfrazar las cosas con sutilezas, así que lo mejor será descartar la existencia de intereses subalternos y centrarnos en este impreso; sin duda, uno de los más peculiares y apasionantes que sobre la música pop latinoamericana se haya publicado. Y es que son pocos los músicos de nuestros países (especialmente aquellos provenientes del rock) con una personalidad tan fuerte y compleja como la de González. De hecho, siempre será interesante prestarle atención a un tipo de mente inquieta e inconforme, caracterizado por ser un crítico perenne de la mediocridad de su entorno y dueño de un ácido sentido del humor.
 

Ningún tema ha sido dejado de lado: su paso por el mundo de las drogas, sus obsesiones musicales (que abarcan desde la balada de los 70 hasta la electrónica y Miranda!), los líos sentimentales que acabaron con la primera formación de Los Prisioneros, sus desprecio hacia la derecha chilena y, sobre todo, la percepción que tiene de Claudio Narea, el guitarrista original de su banda, quien es pintado, por vez primera en público, como un sujeto sin talento (González revela que su aporte en cada disco -incluidos los clásicos "La Voz de los 80" y "Pateando Piedras"- fue mínimo), oportunista (afirma que, pese a lo que alguna vez dijera públicamente, fue él quien persiguió la reunión del grupo desde 1994) e hipócrita (dice que su afán por quedar bien con la prensa lo llevó a boicotear y a denostar del trabajo grupal a espaldas de sus compañeros). Semejantes revelaciones podrían levarnos a hablar de resentimientos y catarsis si no supiéramos que en Chile Narea cuenta con los favores y la difusión amable de los principales medios de prensa, mientras que el líder de la banda, junto a sus declaraciones y críticas (y últimamente también su obra musical) son objeto de burlas o resultan minimizadas, cuando no tergiversadas. No es casual pues que, ante esa situación, finalmente optara por irse a vivir a México y desde allí sepultar a Los Prisioneros.

 
 
Emiliano Aguayo, joven periodista chileno, ha tenido acceso casi total al pensamiento González, y, afortunadamente y con buen criterio, antes que ordenar subjetivamente las ideas de tan impredecible personaje, ha estructurado su libro a manera de una directa y muy fluida entrevista que ocupa 200 páginas, ademas de mostrar muchas fotos inéditas del cantante. Las demás se reparten entre una muy completa discografía y los testimonios de gente allegada al músico (en ese contexto se extraña la participación de Miguel Tapia, el eterno baterista de Los Prisioneros pues a Narea si se le pidió participar pero se negó. El resultado es más que interesante, no solo para los fans de la más importante banda chilena de la historia, sino para cualquier persona que tenga algo de curiosidad por la cultura popular latinoamericana.
Fidel M. Gutiérrez.